El
ocio, en una sociedad marcada por la productividad, ha sido entendido como el
tiempo de inactividad laboral y académica, es decir, el tiempo improductivo,
“El tiempo perdido”, dejando de lado el concepto integrador y la esencia misma de
tan importante concepto. Se suele considerar que el ocio es lo opuesto al
trabajo y en este orden de ideas surgen prácticas que buscan compensar el
tiempo de tensión, agotamiento y cansancio, con un tiempo residual,
reequilibrador, mal llamado tiempo libre, casi se afirma, que solo puede
existir el concepto de libertad, unido a
la perdida del tiempo.
Culturalmente,
el ocio ha sido malentendido como aquellas prácticas relacionadas con la
pereza, la desocupación y el no hacer nada; hoy por hoy debe entenderse al ocio
como un espacio que se brinda a la propia vida para aprender, disfrutar,
encontrarse consigo mismo y con el entorno, es una experiencia de
autorrealización humana y la más clara manifestación de libertad; esa libertad
que nos esmeramos día a día por mantener a pesar de las resistencias,
obligaciones y prejuicios que la sociedad actual nos impone.
Se
entienden como prácticas ociosas todo aquello que implique goce y entre tanto
un disfrute personal que encamina hacia los logros humanos, sí, aquellos
ideales de vida que por muy simples que parezcan nos hacen vibrar, soñar y nos
roban una que otra sonrisa.
El
ocio se puede descubrir en la realización de acciones que nos generan placer:
contemplar el amanecer, escuchar la música que nos gusta, tararear una canción,
ver una película o compartir con los seres que acompañan nuestra existencia,
disfrutar de un delicioso helado, sonreír, hacer el amor, viajar, leer un
poema, conversar; en fin, como se puede apreciar, esta lista es interminable. Aunque
dichas actividades hagan parte de nuestro diario vivir, no siempre les damos el
valor que corresponde, inclusive, muchos las han dejado de lado, dándole
prioridad a prácticas automatizadas como pasar horas en internet o ver
demasiada televisión, valoradas solo por una visión mercantilista y económica,
donde el bienestar va de la mano del poder de adquisición; de hecho, aún se
cree que entre más bienes materiales poseamos, mas felices lograremos ser…. Solo es necesario mirar a nuestro alrededor
para descubrir que esto no es cierto.
El
ocio es todo lo que nos hace cada día mas humanos, mas sensibles, mas vivos… es
aquello que nos aleja de la esclavitud del reloj, aquello que nos vuelve
jóvenes o niños sin cirugías, sensibles, locos, soñadores y amigos de lo cotidiano,
ya que lo cotidiano nos pertenece sin ser impuesto. El ocio nos permite habitar
este mundo sin olvidarnos de nosotros mismos, de aquello que amamos y es lo que
realmente nos invita a continuar vivos.
¡Seamos ociosos!
Es pues la
invitación, cultivemos día a día la magia de nuestra esencia, sin dejar de lado
aquello que nos hace humanos y verdaderas personas.
Lina
Margarita Rojas Lopera
Educadora
física
Jefe
de Bienestar Institucional
Institución
Universitaria Colegio Mayor de Antioquia
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